Roberto Di Cosmo
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Ecole Normale Supérieure
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Durante las pasadas vacaciones de Navidad me he quedado asombradísimo otra vez más con la fascinación creciente de los medios de comunicación por ese oscuro objeto del deseo que se oculta detrás de las palabras ``ordenador'', ``multimedia'', ``web'', ``internet'' y sus derivados. Si uno creyera a esos medios de comunicación y a un buen número de expertos improvisados, no se podría pretender ser un ciudadano de primera clase sin poseer el ultimísimo (y muy caro) material informático que da acceso al paraíso encantado del ``cyberespacio''.
Es también difícil ignorar la omnipresente y extraña confusión que nos incita a pensar que el único tipo existente de ordenador es el PC, por supuesto equipado con un chip de Intel, y que en ese PC sólo puede haber un programa indispensable, Microsoft Windows2.
Esto es todavía más curioso si consideramos que el fenómeno de servilismo intelectual ante estos dos gigantes americanos llega a su punto máximo justo en el momento en el cual los Estados Unidos parecen comenzar a despertarse de un largo sueño que ha permitido a estos gigantes adquirir una posición de monopolio prácticamente absoluta. Por el camino, ambas empresas han destruido un número impresionante de empresas cuyos productos eran de calidad muy superior (todo esto está muy bien documentado en numerosas obras -- como por ejemplo [1,2,3] -- disponibles en los Estados Unidos, pero no han sido, que yo sepa, traducidas al francés).
Pienso por ejemplo en la campaña lanzada por Ralph Nader (defensor de los consumidores que ha logrado hacer retirar del mercado un automóvil peligroso producido por General Motors) y en el proceso que está llevando a cabo el DOJ (Department of Justice, el ministerio de justicia federal de EEUU) contra Microsoft en este momento. Pienso sobre todo en la sorprendente reacción del público americano en los sondeos de opinión en Internet: una mayoría aplastante apoya las acciones del DOJ, incluso cuando las encuestas son realizadas por empresas como CNN, que son decididamente pro-Microsoft en sus artículos (sondeos de opinión de la CNN [4] y también de la ZDnet [5]; esta última limitó arbitrariamente la duración de la encuesta y no anunció su resultado hasta haber recibido numerosas cartas de protesta).
Por el contrario, nuestro público está bien lejos del despertar: mecido por la suave voz del conformismo ambiental, se adormece aún más y más en los brazos de Microsoft. Nuestro público sueña con un mundo feliz, en el cual un gran filántropo distribuye a todos los estudiantes de Francia copias gratuitas de Windows 95 con la única finalidad de ayudarlos a recuperar su atraso tecnológico. Nuestro público sonríe al pensar en las pantallas azules llenas de mensajes tranquilizadores que explican cómo ``el programa X ha provocado la excepción Y en el módulo Z'': fallo que por supuesto no ha sido culpa de Windows, sino del programa X. Nuestro público duerme feliz sin preguntarse por qué un ordenador mucho más potente que aquel que ha servido para enviar hombres a la luna -- y que además los ha traído de vuelta vivos -- no es capaz de manipular correctamente un documento de un centenar de páginas, cuando éste está equipado con ese Microsoft Office que hace tan felices a todos nuestros comentaristas.